Yo no sé muy bien cómo explicar esto sin parecer un lunático, pero por otra parte soy consciente de que he dado la impresión de ser un puto loco en muchas ocasiones, aunque en la mayoría, por no decir en la totalidad, el tiempo me ha dado la razón. El caso es que esto no tiene nada que ver con vaticinios ni cábalas confusas. Lo que hoy quiero contarte tiene que ver con la vida, con la gracia de la vida.
¿Qué es la gracia de la vida? Tenemos que empezar por aquí para ir entendiéndolo todo. La gracia de la vida no tiene nada que ver con dinero, ni con estatus ni esas mierdas, se puede ser más pobre que una rata, tener una caja de cartón como mesa de escritorio y vivir una vida con gracia.
Por ejemplo, yo recuerdo que mi padre en los benditos años 80, como posiblemente el noventa por ciento de todos los padres, tenía una colección de películas en VHS que él mismo grababa. La gracia de esto, que es la gracia de la vida, no era la colección en sí, sino cómo titulaba las cintas. Él recortaba la sinopsis que venía en los periódicos y las pegaba en los VHS. La colección era bien lustrosa.
El equivalente en la década de los noventa era el arte rupestre que plasmábamos en las cintas de cassette vírgenes titulando los grupos y sus canciones. Hacer ese tipo de cosas era verle la gracia a la vida. ¿En qué momento la generación de padres perdió esa gracia? ¿En qué momento dejamos nosotros de titular las cintas de cassette? Aunque tú y yo sabemos la respuesta, esto pretende ser una pregunta retórica.
Por ejemplo, imagínate ahora un niño yendo en la parte de atrás de un coche a yo qué sé, al pediatra, el típico pediatra privado del centro para la típica revisión de ojos, oídos, pies y cojones. Me imagino que a día de hoy irá con un móvil en la mano aumentando su frustración en tiktok, eso es no verle la gracia a la vida. La gracia se tenía antes cuando el camino se te pasaba volando porque tenías un álbum de cromos e ibas abriendo sobres, no te quedes en la anécdota del momento, profundiza, era un momento personal, no se compartía con nadie, ni falta que hacía, eras tú con las estampitas, flipándolo, siendo feliz.
El otro día hablando con no sé quién sobre los regalos de cumpleaños que se hacen ahora, me comentó que lo que se lleva ahora son las experiencias. En serio piensa en la frase, lo que se lleva ahora es regalar experiencias. En ese momento pensé que para mí una experiencia sería que un travelo colombiano me reventara el cipote con su majestuoso culo en los aparcamientos de un carrefour, por ejemplo, o que un nido de avispas me cayera en la cara al internet coger un melocotón de un árbol. Yo pienso en esas cosas cuando hablo con la gente, lo siento no voy a cambiar a estas alturas. Lo que se refería obviamente era a regalar las cajitas esas de viajes, cenas gourmet, conducción de coches de alta gama, atracciones absurdas, ese tipo de cosas. Realmente esa experiencia forzosamente está ligada a una publicación en instagram, ¿entonces lo que nos interesa qué es, la experiencia o que los demás se enteren de que hemos tenido una experiencia? En el momento que hacemos algo para que se enteren los demás, le perdemos la gracia a la vida. Esta es una de las conclusiones a las que he llegado.
Tanto el niño con los cromos en el coche, el padre con sus VHS, el chaval con sus cintas, el travelo en el carrefour, todas esas cosas no se hacen para ser contadas, se hacen por el disfrute personal, por verle la gracia a la vida. Sin embargo, en el momento que cogemos un móvil pensando en publicar un momento, entra en juego la vanidad, que normalmente viene a enmascarar un vacío existencial tremendo.
¿Esto quiere decir que todo lo que se publique sea vanidad? Qué va, mira esta foto:
Este hombre es un genio, un visionario, un adelantado, orgulloso tendrían que estar sus hijos. Ese hombre está viviendo una vida llena de gracia. Se le ve en los ojos, en el bigote. La gracia de vivir es cruzar esa frontera que separa lo aburrido de lo que no lo es.
Fíjate que yo creo que todo lo ochentero está de moda precisamente por eso, porque los de nuestra generación quieren reconectar con la gracia de la vida, y esa gracia está en el pasado. No es melancolía, todo lo contrario, es el anhelo de recuperar la gracia de vivir.
Yo lo veo claro, hay un hilo que conecta la pérdida de la gracia de la vida con las redes sociales. La vanidad es la pala que cava el agujero en nuestra felicidad. Pero como ya estarás harto de la matraca que siempre doy con las redes sociales, voy a contarte otra cosa que está terminando con la gracia de la vida. La marca blanca. Antes de seguir déjame que te muestre una imagen que seguro te reconectará con la gracia de la vida:
La marca blanca es la pérdida de identidad, es como si alguien estuviera borrando las huellas que dejaste por el camino de tu vida. Ya no recuerdas el camino que anduviste, tampoco se lo puedes mostrar a tus hijos porque ahora ellos están dejando sus huellas por el camino de la marca blanca, un camino sin gracia, sin la gracia de la vida.
Yo no sé muy bien qué hacer exactamente para recuperar esa gracia si la has perdido, quero decir que no tengo un manual, no por comprar croquetas Findus y escuchar vinilos vas a recuperar la gracia. Supongo que es algo que tiene que nacer de dentro, te tienes que dar cuenta, a lo mejor un día te hartas de escuchar canciones salteadas en spotify y te da por escuchar un disco entero, aunque sea en un reproductor de mp3, eso sí podría ser un buen comienzo. A lo mejor otro día te da por escribir con edding en los tuppers congelados para saber qué tienes dentro, quién sabe si ese es el camino para volver a vivir con gracia.
Mientras tanto, aquí me tienes para lo que sea menester.