A lo mejor no eres consciente pero hubo una época en la que las mujeres no sólo tenían su sexo poblado sino que además lo tenían rubio. Es decir que se teñían el chocho de rubio. Técnicamente no sé si se lo teñían o se lo decoloraban, de cualquier forma el resultado era un vello púbico dorado y bien lustroso.
Como sabrás yo soy un claro defensor de la tortilla con cebolla y los coños con pelo. Lo que no quita que me guste la sopa a veces en plato y otras en taza. Un buen coño tiene que oler a vaso de marisquería, es decir que debe tener un lejano aroma a gamba blanca de Huelva y además para ser perfecto tiene que estar enriquecido con un leve toque a orín. Un buen coño debe estar limpio y a su vez contener estos aromas y el pelo, qué duda cabe, es potenciador de todos estos matices.
Esta es la pura verdad, la receta perfecta para comerse un buen coño, es decir que si te sorprende lo que estoy diciendo lo más probable es que seas maricón o no te hayas enterado de cómo funciona la vida.
Dicho lo cual quiero recordar que el noble arte de la estética genital tuvo su momento de gloria y espero que al igual que está pasando con los discos de vinilo, también haya un resurgir de los chochos bien pertrechados.