Verás, hoy día el feminismo y toda esa basura de género ha infectado todos los estratos en los que un niño se desenvuelve, desde el colegio a la televisión, eso significa que a menos que un niño tenga la gran suerte de tener un hermano mayor como Dios manda, lo más probable es que desarrolle más pronto que tarde cualquier tara fruto del despropósito en que se ha convertido la educación.
Los niños de los 90 tuvimos la gran suerte de vivir en una sociedad libre de dogmas de género, claro que tuvimos que lidiar con otros peligros, como por ejemplo no pincharnos con una jeringuilla cuando jugábamos al fútbol en el descampado. La diferencia entre antes y ahora, es que antes los peligros nos convertían en hombres fuertes y ahora los peligros vuelve maricones a los niños.
Recuerdo que una de las primeras mujeres que me hizo sentir un depredador fue Pamela Anderson. Supongo que yo no tendría más de doce o trece años, pero ya por aquel entonces tenía muy claro que mi objetivo en la vida era comerme unas tetas como las de Pam. Mi hermano mayor tenía en su habitación este póster:
Yo entraba en su habitación para escuchar música mientras mis ojos escaneaban cada centímetro de Pamela, sus magníficas tetas, su melena dorada, el vestido mojado abrazando sus caderas... ahora que lo pienso, la Pamela Anderson de ese póster posiblemente sea la mejor Pamela Anderson de todos los tiempos, era sencillamente perfecta, sus tetas, sus labios, sus pómulos, aquella Pam era una coreografía de perfección femenina capaz de despertar los instintos más primarios de un niño que aún le quedarían varios años para catar su primer coño.
Aquella imagen fue el faro que durante años guió mi destino al puerto de la heterosexualidad. Qué gran época vivimos, las mujeres eran valiosas por sus tetas y por ser buenas amas de casa. Un hombre de verdad no necesita más. Los niños de hoy necesitan menos tolerancia y más Pam.