No sé si os habéis dado cuenta pero hace más calor que antes, lo dice la tele. Yo sigo obsesionado con reducir mi huella de carbono y además de dar una segunda vida a las cuchillas de afeitar y usar la servilleta del donut para depositar con habilidad mi lefa, ahora también estoy voceando en la terraza en checheno mientras gesticulo con un cuchillo, creo que le entendí eso el otro día a Roberto Brasero y como lo ha dicho la tele pues tendrá que ser verdad. Son pequeñas acciones para hacer de nuestro querido planeta un rincón más verde.
Aunque parezca que no, relacionado con esto vengo a contarte otra historia, el otro día estuve en Ikea, yo odio Ikea y a la vez me encanta, es una cosa extraña pero bueno que eso ahora da igual, el caso es que quería refrescar mi acalorado gaznate y me fui a la cafetería a beberme un Coca-Cola, por cierto no sé a qué coño juega Ikea con esas mierdas de muebles de refrigeración que tienen en la cafetería, porque no enfrían una mierda, así que mientras me bebía la templada botella de Coca-Cola se sentaron en la mesa de al lado un matrimonio de pelo cano y gafas con montura de vivos colores. Ipso facto me di cuenta que estaba ante un intelectual de Ikea. Verás, yo sabía de la existencia de este tipo de personas, pero hasta ese momento nunca había sabido cómo catalogarlas, cuando los vi mi cerebro lo soltó sin pensar, intelectuales de Ikea.
Conocer a un intelectual de Ikea es realmente complicado, normalmente son personas que se prodigan poco, hablan muy bajo, como te he dicho antes llevan gafas con monturas de colores muy intelectuales, como amarillo calamocha o verde pistacho, muy probablemente serán de esas gafas que se abren por el centro, a las mujeres intelectuales de Ikea no les importa llevar el pelo blanco como alita de mosca de las Tres Mil, por supuesto comen salmón de Ikea porque así se creen que están salvando el planeta de forma colateral por no estar comiendo atún. Los intelectuales de Ikea no están gordos porque cenan ensalada, de tener coche lo tendrán de marcas raras, como Saab o Volvo. Un intelectual de Ikea no te mira por encima del hombro porque ni si quiera te mira y como te quedes un rato sin mirarlos desaparecen, como pasa con los cigarrones en la rama de un árbol. Te cuento esto para que cuando los veas, sepas darle un nombre. Un intelectual de Ikea escucha a Mark Knopfler y piensa que es el mejor guitarrista del mundo porque tocaba la guitarra eléctrica con los dedos, putos intelectuales de Ikea, ni que eso tuviera algo ver, yo también me hago las pajas con los dedos y no por ello me consideran un virtuoso mundial.
Total que estamos en verano, así que dile a tu mujer que tome el sol en bikini para que se le refuercen las marcas del broceado, como a Mindy Farrar.
Te iba a contar ahora otra cosa pero no me acuerdo. Me pasa muchas veces, se me ocurren cosas muy interesantes para contarte cuando estoy conduciendo tranquilamente o cuando estoy desplumando gansos en el sótano del restaurante vietnamita, y es llegar aquí y sólo se me ocurren polleces. Supongo que debe ser una consecuencia más del cambio climático que nos asola con sus altas temperaturas y que sobre todo se concentra en mis cojones.
Hasta dentro de muy poco, mi querido colono de internet.