Esta historia no tiene mucha importancia, pero mezcla el Canal Plus de finales de los noventa y una joven pandilla de amigos en edad de estar día y noche meneándose el rabo. Me bailan un poco las fechas, no te puedo decir si era verano o invierno, aunque apostaría que si no era verano poco faltaba. En el barrio éramos pocos los poseedores de la llave que abría aquella maravillosa ventana a un universo de imágenes decodificadas, alguna de ellas, por qué no decirlo, generosas en chochos bien hermosos.
Hoy en día con la pornografía a golpe de clic es difícil ponerse en situación, pero en la era preinternet las opciones para consumir porno eran pocas y complejas para un chaval, en el mejor de los casos existía el mercado negro en el que el típico amigo descarriado de tu hermano mayor te dejaba una revista porno, unos naipes eróticos o un VHS, aunque cualquiera de las opciones conllevaba el peligro de meterlo en tu casa, daba igual que fueran unas cartas en tu bolsillo, un negro con un rabo enorme acariciando los labios de una rubia como sota de bastos o una rolliza madura de tetas enormes como as de oros, entrabas en tu casa con esas dos cartas en el bolsillo con el corazón a doscientos como si hubieras matado a un vecino y hubieras dejado el cadáver en el descansillo del garaje. Pero el mercado negro no siempre tenía stock, así que para conseguir algo de porno tenías que pasar la extrema vergüenza de comprar en el quiosco más alejado de tu barrio una revista con cara de pena para que el quiosquero se apiadase de ti y te la diera.
Bueno no me enrollo más, lo que quiero decirte es que los privilegiados que teníamos Canal Plus dejamos de necesitar pasar por todo ese martirio, el único problema era que teníamos que idear formas para quedarnos levantados el viernes por la noche hasta que empezara la porno. Lo bueno es que antes de la porno Canal Plus siempre echaba un peliculón y con esa excusa dejabas el vídeo grabando en LP para que entrase la porno de después. Esas películas eran tratadas en el barrio como piezas de museo, joyas de valor incalculable que iban pasando de mano en mano y que amenizaban los incansables meneos de churra de aquella bendita época.
Una de esas películas que conseguimos grabar fue la primera entrega de Tatiana, un pelotazo de Private de 1998. Esta es la portada:
Causó tanto furor que el nombre de Tania Russof resonó por las esquinas del barrio durante años. Aquí mi pequño homenaje a esta bella mujer y al porno de los noventa.
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